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NACIONALES

24 de marzo de 2022

Memoria, verdad y justicia para los Pueblos Originarios

En una “Democracia” real, el estado fundado sobre un genocidio debe promover políticas de reparación. Los pueblos originarios preexistes al estado argentino exigimos memoria, verdad, justicia.

El Estado Argentino se constituye a partir del genocidio indígena.

La Resolución Nº 1021 de 1951 de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de Naciones Unidas lo reconoce como un delito de derecho internacional. En su artículo 2º sostiene que el genocidio refiere a “actos tendientes a destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”, entre ellos: matanza de los miembros del grupo, lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo, sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial, medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo, traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.

La ocupación de los territorios indígenas de Pampa-Patagonia y Chaco por parte del Ejército argentino entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX implicó un proceso sistemático y simultáneo de confinamiento en campos de concentración (como Valcheta, Martín García, Malargüe, entre otros), de proletarización como mano de obra barata en ingenios y estancias, de apropiación de niños de entre 2 a 8 años para el servicio doméstico de la oligarquía, de institucionalización en misiones religiosas y de remate y ocupación de sus territorios ancestrales por parte de las élites. La asimilación civilizatoria se tradujo en la imposición violenta de la lengua castellana, del cristianismo, de nombres y apellidos no indígenas, de nociones de familia y género “occidentales y cristianas” y a través de la manipulación de sus cuerpos para el estudio científico en museos, donde cráneos, cabelleras y esqueletos testimonian aún hoy esa ocupación. Al mismo tiempo y en las “provincias viejas” se expropiaron los territorios comunales y se persiguió a los comuneros como lo demuestran numerosas investigaciones realizadas en Jujuy, Córdoba, Valles Calchaquíes y Cuyo. El siglo XX fue testigo también de diferentes masacres: desde la caza y matanza de indígenas en Tierra del Fuego, pasando por Napalpí en 1924, El Zapallar en 1933, Rincón Bomba en 1947, entre otras.

El negacionismo es un componente vital del genocidio. Deviene de discursos que niegan lo hechos acontecidos más allá y a pesar de su verificación, como afirma Diana Lenton. En este sentido, podemos reconocer discursos negacionistas de la gubernamentalidad, de la prensa hegemónica o de algunos sectores académicos, que enfatizan la no existencia de indígenas en el presente, o bien que estos constituyen simples minorías o son extranjeros, los que actúan como tecnologías del poder productoras de no existencia.

24 de Marzo: Memoria, Verdad Y Justicia Para Los Pueblos Originarios

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